MADRID 5 Nov. (EUROPA PRESS) -
La psicóloga y miembro del grupo de trabajo de Insomnio de la Sociedad Española de Sueño (SES), María José Aróstegui, ha advertido de que los problemas de sueño pueden ser, en muchos casos, "uno de los primeros indicadores observables" en un niño que sufre 'bullying' y, en última instancia, esos problemas pueden actuar también como "un catalizador" sobre el impacto emocional negativo que 'per se' ya genera esta situación, incrementando las consecuencias de esta experiencia sobre la salud mental.
En el marco del Día Internacional contra la Violencia y el Acoso Escolar, que se celebra este jueves, la experta ha recordado que un metaanálisis publicado en 2024 en la revista científica 'Sleep Medicine Reviews', con datos de estudios longitudinales y transversales, encontró una asociación constante entre la victimización por 'bullying' y la mala calidad del sueño, la menor duración del sueño y la mayor latencia de inicio del sueño.
"Hay estudios que han reportado que las víctimas de acoso tienen entre dos y tres veces más riesgo de experimentar trastornos del sueño en comparación con sus pares no acosados", explica Aróstegui, que destaca que el acoso escolar es "un factor de riesgo significativo" para el desarrollo de insomnio crónico e incluso, en casos graves, de pesadillas recurrentes o de trastorno de estrés postraumático (TEPT), en el que las pesadillas son un síntoma central.
"Los niños, especialmente los más pequeños, pueden tener dificultades para verbalizar el acoso o el miedo que sienten, pero su cuerpo y su fisiología reaccionan al estrés. El insomnio, las pesadillas o el rechazo a dormir solos son manifestaciones del estado de hipervigilancia y ansiedad que el acoso provoca. Los padres, tutores y educadores deben considerar los problemas de sueño persistentes como una posible bandera roja de problemas subyacentes, incluyendo la victimización", argumenta la psicóloga.
El hecho de que un cambio repentino o persistente en los patrones de sueño en un niño o adolescente que previamente dormía bien deba ser tenido en cuenta e investigado no es baladí, ya que como apunta la portavoz de la SES la falta de sueño y la mala calidad del mismo actúan "como un catalizador negativo en el impacto emocional ya existente, favoreciendo una espiral de deterioro".
Por un lado, añade la experta, un niño o adolescente con falta de sueño es menos capaz de modular su respuesta al estrés o a las emociones negativas, volviéndose más irritable, impulsivo e hipersensible. Por otro, la falta de sueño es un síntoma clave y un factor de riesgo para el desarrollo de trastornos de ansiedad y depresión, por lo que en el contexto del acoso este mal descanso implicaría agravar el impacto emocional inicial del 'bullying'.
UNA RELACIÓN DE IDA Y VUELTA
La relación entre el acoso escolar y el sueño, además, es bidireccional. Como informa Aróstegui, la evidencia científica actual apunta en ese sentido. Es decir, el acoso escolar incrementa el riesgo de sufrir problemas de sueño, pero a su vez la falta de sueño se asocia con una mayor vulnerabilidad al acoso.
"La privación de sueño afecta las habilidades sociales, emocionales y cognitivas esenciales para interactuar y defenderse", sostiene la psicóloga, que destaca que la falta de sueño se asocia con una menor habilidad para ser asertivo y poner límites, con una mayor reactividad al estrés y una mayor propensión a estallidos emocionales, y con una apariencia fatigada y un menor rendimiento escolar, todos ellos factores que los acosadores pueden interpretar como "debilidad o un blanco fácil".
La "prioridad absoluta", en todo caso, como señala Aróstegui, debe ser detener el acoso y garantizar la seguridad del menor. "Sin reducir la fuente de estrés, cualquier intervención sobre el sueño tendrá un efecto limitado", apunta. Sin embargo, la especialista indica que sí que hay cosas que se pueden hacer desde el sueño para potencial la recuperación emocional y cognitiva de los menores víctima de acoso, así como para fortalecer su estado físico e inmunológico, claves también en la capacidad de afrontamiento.
Entre esos consejos, la portavoz de la Sociedad Española de Sueño destaca que el dormitorio debe ser un lugar asociado solo con la seguridad y el descanso. Además, es importante que para dormir sea oscuro, fresco y silencioso. También se debe establecer un ritual consistente de 30-60 minutos antes de la hora de acostarse que promueva la calma: baño caliente, lectura tranquila, música suave. Es vital evitar las pantallas (teléfonos, tabletas, ordenadores) al menos una hora antes.
Además, recomienda mantener la misma hora de acostarse y levantarse, incluso los fines de semana, ayuda a regular el ritmo circadiano del niño, que es fundamental para un sueño saludable. Por último, se recomienda encarecidamente la intervención de un psicólogo especializado.
"La terapia cognitivo-conductual para el insomnio (TCC-I) es el tratamiento de primera línea y ha demostrado ser eficaz incluso en presencia de estrés crónico, ayudando al niño a cambiar las creencias y comportamientos que mantienen el insomnio", finaliza la especialista.